miércoles, 31 de octubre de 2007

Dejemos de llorar


Cuando las cosas van bien todos nos vanagloriamos y decimos que somos muy buenos, pero que cuando van mal indefectiblemente nos quejamos de los avatares del destino. En el poker esta realidad se hace más patente que nunca, y si no os lo creéis leed este ejemplo:

Imaginad que tenemos proyecto máximo de color en el flop, apostamos todas nuestras fichas y uno nos ve con trucha* ligada, pero al final ganamos porque completamos nuestro deseado proyecto. Seguramente nos las daremos de genios: “Sabía que con mi apuesta se tiraba y que si no lo hacía mis posibilidades de victoria eran elevadas. ¡Es que soy un maldito crack!”.

Sin embargo, si somos nosotros quienes ligamos trucha máxima en el flop y acabamos perdiendo porque alguien liga color, siempre maldeciremos al destino: “Es immmmmppresionante; una vez que ligo trío y va un idiota y me gana con su proyectito... ¡Lamentable! Ggggrrrrr”.

¿Os sentís identificados? Yo la verdad es que sí, aunque me cueste reconocerlo. Somos así de egocentristas y de chulos, y creemos que cuando ganamos la suerte no influye y que cuando perdemos nos destroza. Pues bien, los casos expuestos son idénticos, así que no tiene ningún sentido enfocarlos desde ópticas diametralmente opuestas.

Estoy convencido de que al menos el 80% de mis lectores se creen con mala suerte en el poker. Un poco sospechoso, ¿no? Vamos, que yo creo que es más un problema de perspectiva y de objetividad que de auténtica mala fortuna. ¡Matemáticamente es imposible que el 80% sufra de mala suerte!

*Trucha: Tenemos pareja en nuestra mano inicial y ligamos trío en el flop

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